(Esta entrada se publicó primero en Hablando de Ciencia el pasado 5 de octubre)
Por amor a la física
Nº de
páginas: 320 págs.
Editorial: DEBATE
Colección:
Debate
Lengua: ESPAÑOL
Encuadernación: Tapa
blanda
ISBN: 9788499920610
Año edición: 2012
Plaza de
edición: BARCELONA
Sinopsis
Durante más de treinta años como profesor en el Instituto Tecnológico de
Massachusetts (MIT), Lewin perfeccionó su peculiar arte de enseñar y de hacer
de la física algo accesible y divertido. En sus cursos, siempre prácticos, ha
llegado a colocar su cabeza delante de un martillo demoledor o a aplicarse una
sobrecarga de trescientos mil voltios
para explicar conceptos básicos a sus estudiantes. En Por amor a la física,
Lewin responde a preguntas curiosas: ¿Es posible que seamos más bajos estando
de pie que estando tumbados? ¿Por qué los colores del arcoíris siempre están
ordenados del mismo modo? ¿Sería posible tocar alguno con la mano? Lewin
acompaña a los lectores en un viaje maravilloso abriendo nuestros ojos ante la
increíble belleza y el poder con el que la física puede revelarnos los mecanismos
ocultos del mundo que nos rodea. «Para mí», escribe Lewin, «la física es una
forma de ver lo espectacular y lo mundano, lo inmenso y lo diminuto, como un
bonito y emocionante conjunto de interrelaciones», «sumerjo a las personas en
su propio mundo, el mundo en el que viven y con el que están familiarizadas
pero que todavía no abordan como físicos.»
A estas alturas, seguramente ya habrás
escuchado hablar de él. Incluso es posible que hayas visto alguna de sus espectaculares puestas en escena en clase,
en las que se balancea a lomos de un péndulo gigante para demostrar que su periodo es
independiente de la masa o se juega la cara delante de una bola de demolición de
15 kilos, confiando en el principio de conservación de la energía. Se llama
Walter Lewin, es profesor emérito en el Instituto Tecnológico de Massachusetts
(MIT), donde ha dado clases durante más de tres décadas, y desde hace unos años
se ha convertido en un fenómeno en internet, gracias a los millones de visitas que tienen los vídeos de sus clases.
Nacido en 1936 en Holanda, Walter Lewin estudió
física nuclear en la Escuela Técnica de Delft, consiguiendosu doctorado en 1965.
Ese mismo año recibió una invitación para trabajar en el MIT y seis meses
después ya le habían ofrecido un puesto de profesor. Nunca más se marchó.
Gracias a su peculiar forma de enseñanza, fue uno de los primeros profesores
elegidos para colgar sus clases online
y ponerlas al alcance de cualquiera.
Cuando uno ve a Lewin en acción durante las clases, se podría pensar que es el típico ejemplo del científico excéntrico…y es posible que así sea. Tiene una impresionante colección de broches, pulseras y collares. En la corbata lleva un reloj diseñado con la esfera al revés que le permite ver la hora sólo con mirar hacia abajo. Y siempre va con dos polarizadores en los bolsillos para comprobar si cualquier fuente de luz está polarizada o no. Pero por encima de todo, es una persona que se ha dedicado en cuerpo y alma a la física; el entusiasmo y la pasión que todavía transmite hoy son difíciles de igualar. Por eso, este libro no se podía llamar de otra manera, “Por amor a la física”.
Cuando uno ve a Lewin en acción durante las clases, se podría pensar que es el típico ejemplo del científico excéntrico…y es posible que así sea. Tiene una impresionante colección de broches, pulseras y collares. En la corbata lleva un reloj diseñado con la esfera al revés que le permite ver la hora sólo con mirar hacia abajo. Y siempre va con dos polarizadores en los bolsillos para comprobar si cualquier fuente de luz está polarizada o no. Pero por encima de todo, es una persona que se ha dedicado en cuerpo y alma a la física; el entusiasmo y la pasión que todavía transmite hoy son difíciles de igualar. Por eso, este libro no se podía llamar de otra manera, “Por amor a la física”.
Como las dos caras de una misma moneda, “Por
amor a la física” se divide en dos partes bien diferenciadas. La primera de
ellas es un compendio de física general, en el que Lewin resume muchas de las
lecciones que dio en sus cursos del MIT. Esto incluye desde electricidad y
magnetismo hasta las leyes de Newton de la dinámica, pasando por ondas e
incluso algunas dosis de astronomía. Si no estás familiarizado con ello, no te
asustes. Todo está explicado de una forma muy clara y sencilla, acompañado
además por ejemplos de fenómenos habituales, sacados directamente del mundo que
nos rodea. Si alguna vez te has preguntado por qué el cielo es azul y las nubes
son blancas, cuál es el principio por el que vuelan los aviones o cómo funciona
una caja de resonancia, aquí encontrarás la respuesta. Mención especial merece
el capítulo entero dedicado al arco iris, que es una auténtica delicia. La
verdad es que uno siente cierta envidia sana por no haber tenido un profesor
como Lewin (al menos yo no he tenido esa suerte). Aunque también hay que admitir que esta forma de dar clases es
difícil de exportar a nuestro sistema educativo. Primero porque no todas las
universidades cuentan con los medios del MIT. Y luego parece difícil que,
dedicándose con tanto esmero a cada tema, Lewin sea capaz de cumplir con el
temario, que ya de por sí está apretado.
En la segunda parte, Lewin se mete en su
papel de investigador y hace un recorrido por la historia de la astronomía de
rayos X, campo que estudia la emisión de este tipo de radiación por parte de
los objetos celestes, y en el que él mismo ha sido uno de los pioneros.
Se trata, en principio, de una materia bastante más árida, donde aparecen supernovas,
estrellas de neutrones y agujeros negros. Pero de nuevo, Lewin hace gala de su talento para la divulgación y consigue explicar estos conceptos de forma que cualquiera pueda entenderlos. Además, resulta fascinante conocer de primera mano las investigaciones punteras en un
campo completamente nuevo –la astronomía de rayos X sólo tiene medio siglo de vida. Me ha encantado, por ejemplo, toda la parte relacionada con los
lanzamientos de los globos. Como los rayos X son absorbidos por la atmósfera,
los instrumentos para captarlos deben estar a gran altitud. En la actualidad,
los observatorios se instalan en satélites, pero durante buena parte de la
carrera de Lewin, tuvo que usar globos o cohetes. Como el propio Lewin
reconoce, era una investigación más artesanal y romántica, lo que le da un toque de
aventura a la narración.
Si tuviese que destacar algo
de la lectura de este libro es que me ha ayudado a recordar una cosa que ya tenía olvidada. La física no
sólo sirve para preguntarse por el origen del Universo, la naturaleza de los
agujeros negros o la existencia del bosón de Higgs. Ahora
mismo, a nuestro alrededor, hay multitud de fenómenos que tienen una
explicación física sencilla, y que cualquiera puede comprender con unas pocas nociones
básicas. Como les decía el propio Lewin a sus alumnos en su última clase de
cada curso “la física nos rodea por todos lados, en todo momento, y puede ser
muy emocionante y hermosa, si somos capaces de aprender a verla y a apreciar su
belleza”.
Yo tuve un profesor tipo W Lewin en 5º y 6º de bachiller... nos enseñó las leyes de Newton con coches que se deslizaban por rampas y unos medidores de tiempo que señalaban una banda contínua de papel, podíamos "componer" las leyes desde la recoplilación de los datos de aquellos puntos de tinta que se separaban con una ley inversa al cuadrado de la distancia. Tuvimos unas piezas de metal con motor que soltaban una capa de aire comprimido (por debajo, a modo de un deslizador) sobre una soperficie de cristal (hay ferias con un juego parecido en donde hay que meter unos discos en unas porterías) que simulaban choques inerciales, de donde se podía deducir la masa de cada pieza.
ResponderEliminarEstudiamos los electrones con una "cruz de malta" dentro de un tubo catódico e incluso simulamos rayos con un "generador de Van de Graaff" apagando las luces de la clase y poniéndonos todos en un gran círculo salvo dos excepciones que no se tocaban las manos y por donde saltaba la chispa cuando se cargaba el Van de Graaff. También realizamos un motor eléctrico que se movía a mano para generar electricidad a modo de una central eléctrica o de un aerogenerador... una gozada !
Fué de lo mejor que me pasó en el colegio y no se si fué aquello lo que me predispuso a ser un entusiasta de la ciencia y de la física, o sencillamente que ésta es lo mas fundamental de la propia Naturaleza (con mayúsculas) y aquello fué una mera disculpa.
Un buen profesor no tiene precio y mira que te hablo de 1975 - 1976... se llamaba Ricardo Hernandez Holtalva y decía que cuando bajaba la cuesta de las perdices ponía el punto muerto para ver hasta donde llegaba con la inercia (entonces había menos tráfico que ahora).
No fué una asignatura, sino una fiesta... daba pena sacar mala nota con alguien así. Tambien he visto todos los videos de W Lewin y estoy contigo respecto ha que debe de ser un gran libro.
Saludos.