(Esta entrada se publicó primero en el número 9 de la revista Buk Magazín, que puedes leer online.)
Corría el año 1904 cuando empezó la construcción del observatorio astronómico Monte Wilson, en California (Estados Unidos), que pronto contaría con el telescopio más grande del mundo. Allí entró a trabajar un joven de apenas catorce años, que acababa de abandonar la escuela, y que se dedicaba a conducir las mulas que transportaban las provisiones y el equipo al observatorio. Su nombre era Milton Humason.
Milton Humason, en su despacho (fuente) |
Corría el año 1904 cuando empezó la construcción del observatorio astronómico Monte Wilson, en California (Estados Unidos), que pronto contaría con el telescopio más grande del mundo. Allí entró a trabajar un joven de apenas catorce años, que acababa de abandonar la escuela, y que se dedicaba a conducir las mulas que transportaban las provisiones y el equipo al observatorio. Su nombre era Milton Humason.
Además de su
pasión por la montaña, este chico encontró otra razón de peso para seguir allí.
Se había enamorado de Helen Dowd, la hija de uno de los ingenieros responsables
de la construcción del nuevo telescopio. Y ella le correspondía. En un
principio, el padre no veía con buenos ojos la relación de su hija con el joven
mulero. Pero finalmente accedió y decidió ayudar al chico. Poco después de
casarse, Humason entró a trabajar en el observatorio como conserje.
Cuenta la leyenda
que, cierta noche, el ayudante del telescopio no pudo acudir a trabajar y el
astrónomo de turno pidió a Humason que ocupara su puesto de manera excepcional.
Humason no sólo cumplió con su cometido, sino que demostró en el manejo del
instrumento una habilidad y delicadeza inusuales en alguien sin ninguna formación
ni experiencia.
Siguió
ejerciendo de conserje, pero por las noches empezó a estudiar las técnicas
fotográficas de los astrónomos. Incluso convenció a uno de los becarios para
que le diera clases de matemáticas. Su talento innato y su perseverancia
hicieron el resto. Tuvo que esperar tres años hasta que fue admitido en el departamento
de fotografía, pero tardó sólo dos en ser nombrado asistente de astrónomo por
méritos propios.
La vida de Humason
daría un vuelco cuando, poco después de la Primera Guerra Mundial, llegó un
nuevo astrónomo a Monte Wilson. Se llamaba Edwin Hubble. Ambos congeniaron muy
pronto y formaron una pareja científica que se compenetraba a la perfección.
Humason obtenía de los telescopios las mejores imágenes posibles, que sólo el
talento de Hubble era capaz de interpretar. Así llegaron a la conclusión que la
Vía Láctea sólo es una más de la infinidad de galaxias que pueblan el Universo.
Edwin Hubble (fuente) |
En 1929,
Hubble realizó un descubrimiento más importante todavía: las galaxias, lejos de
estar quietas, se estaban separando unas de otras; cuanto mayor fuese la
distancia entre ellas, más rápido lo hacían. La causa debía ser que el propio
Universo se expandía, arrastrando a las galaxias consigo, como si éstas
estuvieran en la superficie de un enorme globo que se hincha.
El
descubrimiento de Hubble, con la inestimable ayuda de Humason, supuso una
auténtica revolución. La imagen de un Universo en expansión chocaba de lleno
con el universo estacionario e inmutable que se creía entonces. También
implicaba que, en un pasado muy lejano, las galaxias tuvieron que estar muy juntas,
hasta el punto que todo el Universo habría estado comprimido en un espacio
minúsculo. Fue el primer indicio de lo que hoy llamamos el Big Bang.
Cientos de galaxias aparecen en esta imagen captada por el telescopio espacial Hubble (fuente) |
Humason se
pasó muchos años midiendo las distancias y velocidades entre galaxias,
confirmando la hipótesis de Hubble. Sus datos sirvieron de referencia a sus
colegas durante décadas. Todavía tuvo tiempo de descubrir el cometa que hoy
lleva su nombre. Y llegó a ser el Secretario del Observatorio Monte Wilson que
él mismo había ayudado a construir. Aquel joven mulero se había convertido ya
en un astrónomo por derecho propio. Cuando murió, un 18 de junio de 1972, Humason
contaba con el reconocimiento y admiración de toda la comunidad científica.
De izquierda a derecha, Milton Humason, Edwin Hubble, Charles St. John, Albert Michelson, Albert Einstein, William W. Campbell y Walter Adams, durante la visita de Einstein al Monte Wilson en 1931 (fuente). |
Gran entrada!! Me encanta cuando descubro grandes personajes que por distintos motivos y de forma a mi entender del todo injusta nos pasan desapercibidos.
ResponderEliminarUna vez más gracias por traernoslos.
Un saludo.
Dan.
Gracias a ti por comentar. Y sí, en cierto modo, Humason es uno de esos personajes que merece un mayor reconocimiento. Igual que Hubble mereció un Premio Nobel...
EliminarUna historia maravillosa,la conocí gracias a ese libro de cabecera llamado "Cosmos"..
ResponderEliminarEl caso es que me suena...¿cómo dices que se llama el autor? XDDDD
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