(Esta entrada se publicó primero en el número 17 de la revista Buk Magazín, que puedes leer online.)
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Una parte del mecanismo, en el Museo Arqueológico de Atenas (fuente) |
Corría el
año 1900 cuando unos pescadores de esponjas griegos encontraron en Anticitera,
una pequeña isla al noroeste de Creta, los restos de un barco mercante romano naufragado.
Además de ánforas, cerámicas y otras reliquias, apareció también una pieza del
tamaño de una caja de zapatos, hecha de metal y madera, completamente cubierta
de herrumbre y crustáceos. Nadie podía sospechar que aquello había sido uno de
los instrumentos más complejos y extraordinarios de la Antigüedad.
Al cabo de
unos meses, la madera se secó y el objeto se rompió en varios fragmentos. Entonces
salió a la luz parte de un complicado mecanismo, formado por varias ruedas
dentadas de bronce. También aparecieron unas placas con escalas numéricas y una
inscripción escrita en griego antiguo.
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Restos de la inscripción y las escalas (fuente) |
Empezó una
lenta labor de restauración e investigación que ha durado décadas. Hoy sabemos
que el mecanismo de Anticitera fue una avanzada calculadora astronómica
construida hace más de dos mil años, capaz de determinar las posiciones en el
firmamento del Sol y la Luna en una fecha determinada, así como los eclipses y
las fases de la Luna.
El mecanismo
tenía un dial en la cara frontal y otros dos diales en su parte trasera. El
dial frontal tenía dos escalas concéntricas: una de ellas indicaba los 365 días
del año, de acuerdo con el calendario egipcio. La otra representaba los doce
signos del zodíaco, es decir, las constelaciones de estrellas que se encuentran
en la trayectoria aparente del Sol por la bóveda celeste.
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Reconstrucción completa del mecanismo de Anticitera (fuente) |
Por su
parte, el dial superior trasero calculaba el mes en el ciclo metónico, de 235
meses lunares, indicándolo mediante un puntero extensible que se movía por una
espiral de cinco vueltas.
Por último,
el dial inferior trasero se utilizaba para la predicción de eclipses. Los
antiguos griegos sabían que si se observaba un eclipse, solar o lunar, tendría
lugar otro eclipse del mismo tipo al cabo de 223 meses lunares. Esto se debe a
que, cada 223 meses lunares, el Sol, la Tierra y la Luna se vuelven a alinear.
Este dial estaba compuesto por 223 divisiones, dispuestas en una espiral de
cuatro vueltas, y con un puntero extensible, como el del dial metónico. Los
meses con eclipses venían marcados con una inscripción donde se indicaba el
tipo de eclipse y la hora.
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Los dos diales traseros, uno al lado del otro (fuente) |
El mecanismo
de Anticitera tenía también una esfera, mitad
blanca, mitad negra, que mostraba las fases lunares. Y un pequeño
dial que indicaba los años de celebración de los Juegos Olímpicos y otros
acontecimientos deportivos de la antigua Grecia.
Una manivela en un lateral permitía seleccionar
una fecha en el calendario egipcio de su cara frontal o bien en el calendario
metónico de 235 meses lunares. Al mismo tiempo, la manivela accionaba el complejo
juego de engranajes para que el mecanismo proporcionase toda la información
astronómica correspondiente a esa fecha en los otros diales. En la actualidad
se han identificado 30 engranajes, aunque se piensa que el original tenía 37.
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Reconstrucción por ordenador de su interior (fuente) |
Por si todo esto fuera poco, el mecanismo contaba con
varias innovaciones técnicas asombrosas para la época. Por ejemplo, tenía en
cuenta las irregularidades del movimiento de la Luna debido a su trayectoria
elíptica, que parece moverse unas veces más rápido que otras en el firmamento, gracias a un
ingenioso sistema de ruedas que se movían como las tazas giratorias de los
parques de atracciones. También tenía en cuenta que en cada nuevo ciclo de
Saros, los eclipses ocurrían ocho horas más tarde que en el ciclo anterior.
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Estructura de los engranajes (fuente) |
¿Quién construyó
este extraordinario aparato hacia el año 150 a.C.? Siempre se había pensado que pudo ser
algún astrónomo de Rodas, que entonces contaba con la escuela griega más
importante de astronomía. Pero unas inscripciones en corintio, reveladas
gracias a los rayos X, han dado un vuelco a esta hipótesis. En Siracusa, una
colonia de Corinto, vivió el genial Arquímedes, maestro en la construcción de
máquinas complejas. Arquímedes murió en el 202 a.C., así que no pudo
haberlo construido. Pero quizás sí pudo haber diseñado el original, y lo que
tenemos nosotros no es más que una copia realizada por sus discípulos.
Es posible
que la solución al enigma de su origen se encuentre todavía en el fondo del
mar, esperando a ser rescatado por algún moderno pescador de esponjas.