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Autorretrato de 1967 |
Todo debió empezar en algún momento de 1991, cuando se dio cuenta que tenía dificultades para abrocharse la camisa. Tal vez se lo contara de pasada a su mujer, sin darle importancia. Luego fueron apareciendo otros síntomas más preocupantes: lagunas de memoria, problemas a la hora de manejar el dinero y una caligrafía cada vez más deteriorada. Cayó en un estado melancólico del que apenas luchó por salir; estaba como ausente, sin prestar atención a lo que le rodeaba. Todo esto no sucedió de la noche a la mañana, evidentemente, sino con el paso de los meses. Lenta pero inexorablemente. Hasta que, en 1995, su mujer lo llevó a la consulta del Grupo de Investigación en Demencias del Instituto de Neurología del University College de Londres. La resonancia magnética no dejaba lugar a dudas: había un atrofia cerebral generalizada. William Utermohlen tenía la enfermedad de Alzheimer con 61 años.
Esta podría ser una de tantas terribles historias causadas por el Alzheimer, salvo por un detalle que la hace diferente. William Utermohlen era un pintor que había estudiado arte en algunas de las más prestigiosas escuelas de Estados Unidos y llevaba casi cuatro décadas pintando y exponiendo su obra en Estados Unidos e Inglaterra. Por su parte, su mujer era historiadora del arte. Cuando conocieron el diagnóstico, ambos decidieron que William siguiera pintando, con la idea de que sus cuadros sirvieran como muestra de la evolución de la enfermedad. En concreto, se centraron en el autorretrato, que William conocía bien por haberlo practicado habitualmente a lo largo de su carrera, y que para el pintor supone un esfuerzo de observación íntimo y personal. A través de una serie de autorretratos que realizó entre 1996 y 2000, podemos ver los estragos de la enfermedad sobre la pintura del artista, cuyo declive es más que evidente. Veamos aquí algunos de ellos:
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1996 |
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1996 |
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1997 |
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1998 |
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1998 |
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1999 |
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2000 |
Resulta estremecedor comprobar cómo pasa, en apenas cinco años, de una pintura de vivos colores y trazo seguro a otra plana, en la que ya ha abandonado la pintura al óleo y trabaja con lápices. Esa cara de mirada dura y penetrante se convierte al final en un rostro desfigurado, que es en definitiva que lo que le ocurrió a su propia persona.
William Utermohlen dejó de pintar en 2000 y murió siete años más tarde por complicaciones derivadas de su enfermedad. Quién sabe si quizás algún día estos autorretratos sirvan para entender mejor la enfermedad de Alzheimer, un terrible mal que en muchos de sus aspectos sigue siendo un completo misterio para los científicos.