Sin duda, se
trata de uno de los estrenos del año. Interstellar,
la última película del inglés Christopher Nolan, llega dispuesta a renovar el
género de la ciencia ficción. Un ambicioso proyecto en la ya ambiciosa carrera
del director que deslumbró con Memento,
que dio una vuelta de tuerca al personaje de Batman con su trilogía de El Caballero Oscuro, y que nos llevó por
los rincones más ocultos de la mente en Origen.
Intestellar nos sitúa en un futuro distópico,
con la Tierra asolada por una grave sequía. La falta de alimentos es tan
acuciante que los gobiernos obligan a los ciudadanos a trabajar como granjeros.
La exploración espacial y la investigación científica han pasado a un segundo
plano, y en los colegios se enseña que las misiones Apolo fueron mentira.
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Las sequías y las tormentas de arena amenazan el futuro de la Tierra |
Entonces, en
un claro homenaje a 2001: una odisea en
el espacio, “alguien” bienintencionado abre un agujero de gusano cerca de
Saturno. Un agujero de gusano es un hipotético atajo en el espacio-tiempo, que permitiría
conectar puntos que están enormemente alejados unos de otros. En este caso,
pone a tiro de piedra tres planetas potencialmente habitables, en las cercanías
de un agujero negro supermasivo llamado Gargantúa. La tripulación de una nave
espacial, pilotada por Cooper (Matthew McConaughey), deberá estudiar estos
mundos y determinar si pueden ser un nuevo hogar para la humanidad.
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La nave espacial Endurance |
Este es, a
grandes rasgos, el argumento de la película. Vayamos ahora con uno de sus
puntos fuertes: la física que hay detrás. En ella se habla de agujeros negros, agujeros de gusano, ondas gravitacionales y encuentros con criaturas de otras dimensiones…Todo esto tiene un protagonismo real en la película, pero ¿de
verdad se ha respetado la física o sólo es palabrería?
Lo primero
que hay que saber es que la película ha contado como asesor científico a Kip
Thorne (Logan, Utah, 1940), uno de los mayores expertos en relatividad general y
padre de los agujeros de gusano. En 2005, la productora Lynda Obst le propuso
hacer una película basada en su trabajo científico. Él solo puso dos
condiciones. Nada en la película violaría las leyes establecidas de la física. Y
toda especulación científica tendría que estar dentro de los márgenes de lo factible.
Así fue
cómo, durante casi una década, Kip Thorne estuvo trabajando en el guión de Interstellar para darle sentido desde el
punto de vista de la física. Él mismo se encargó de escribir las pizarras llenas
de fórmulas del Profesor Brand (Michael Caine). Y las simulaciones por
ordenador fueron desarrolladas a partir de un código generado por el propio
Thorne. El resultado es soberbio. La representación del agujero negro Gargantúa,
por ejemplo, es la más realista que se ha visto nunca en el cine.
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Gargantúa, con el planeta Miller en sus proximidades |
Aún más, quien
crea haber detectado un error en la película –como un servidor cuando la vio-,
que se espere a leer el libro que ha escrito Thorne al respecto, The Science of Interstellar. Sin usar
una sola fórmula matemática, Thorne explica los detalles científicos de la
película con una sencillez pasmosa. Todo aquello que parecía no encajar, tiene
una respuesta convincente en la mente preclara de Thorne. Hay que quitarse el
sombrero ante este hombre, capaz de ganar una apuesta al mismísimo Stephen
Hawking (ver Buk Magazín, nº 6).
¿Hace todo
esto a Interstellar una mejor
película? En mi opinión, sí. De todas formas, que guste o no depende de otros
muchos factores. Lo único que puedo hacer es animarte a que la veas, sabiendo al
menos que cuenta con el respaldo de las leyes de la física.