(Esta entrada se publicó primero en el número 11 de la revista Buk Magazín, que puedes leer online.)
Sophie Germain nació en París el 1 de abril de 1776, en el seno de una familia acomodada; su padre regentaba un pequeño negocio en el centro de la capital francesa. Sophie tenía trece años cuando el pueblo tomó la fortaleza de la Bastilla y se inició la Revolución Francesa. Para evadirse de los tumultos callejeros, ella se refugió en la biblioteca familiar. Y empezó a leer libros de matemáticas.
Retrato de Sophie Germain con catorce años (fuente) |
Sophie Germain nació en París el 1 de abril de 1776, en el seno de una familia acomodada; su padre regentaba un pequeño negocio en el centro de la capital francesa. Sophie tenía trece años cuando el pueblo tomó la fortaleza de la Bastilla y se inició la Revolución Francesa. Para evadirse de los tumultos callejeros, ella se refugió en la biblioteca familiar. Y empezó a leer libros de matemáticas.
El flechazo
fue inmediato. Se pasaba las noches en vela, estudiando a los maestros, como Newton
y Euler. Los padres no veían con buenos ojos esta relación; las matemáticas,
se decía entonces, estaban muy por encima de la capacidad intelectual de la mujer.
Le escondían las velas y le quitaban sus ropas de abrigo para intentar
disuadirla. Hasta que la constancia de Sophie les hizo cambiar de opinión. Aquello
no iba a ser un simple amor pasajero.
En 1794 se
inauguró la Escuela Politécnica de París, a la que Sophie no tenía acceso pues solo
admitían a hombres. Sin embargo, ella se las ingenió para recibir los apuntes
destinados a un antiguo alumno, Antoine-Auguste Le Blanc, y cada semana contestaba
a los problemas usando ese seudónimo. La
brillantez de sus respuestas llamó la atención del responsable del curso, el gran
matemático Joseph Louis Lagrange, quien finalmente descubrió el secreto de
Sophie y se convirtió en su principal mentor.
A lo largo
de su vida, Sophie se interesó especialmente por la teoría de números. Quedó
tan fascinada con el libro Disquisiciones
Aritméticas de Carl Friedrich Gauss, publicado en 1801, que se animó a mandarle
una carta al autor bajo la identidad de Le Blanc. Gauss supo reconocer el
talento de su colega e inició una correspondencia que se prolongaría durante
varios años.
Retrato de C.F. Gauss (fuente) |
Cuando
Napoleón invadió los territorios vecinos, Sophie mandó proteger a Gauss por
medio de un general amigo de la familia. Fue entonces cuando el insigne
matemático se enteró de la verdadera identidad de Monsieur Le Blanc. En una
deliciosa carta, Gauss manifestó su admiración “por alguien de su sexo, que por nuestras costumbres y nuestros
prejuicios debe encontrar infinitamente más obstáculos y dificultades que los
hombres para familiarizarse con sus espinosos estudios [de las matemáticas]”.
A partir de 1808,
otro asunto atrajo la atención de Sophie una buena temporada. Al hacer vibrar
un plato de cristal, la arena colocada en su interior se distribuía formando
distintas figuras, que dependían de las condiciones del experimento (forma del
plato, sujeción, modo de las vibraciones,…). La Academia de Ciencias francesa creó un
premio para quien fuese capaz de describir matemáticamente este comportamiento.
Finalmente, en octubre de 1813, tras cuatro años de intensa dedicación, fue la
única persona que presentó un trabajo aceptable. Sophie Germain se convirtió así
en la primera mujer que ganaba el premio de la Academia de Ciencias.
Las llamadas figuras de Chladni: patrones formados por una sustancia granular vibrando sobre una superficie plana (fuente) |
Si este
éxito le dio fama entre sus contemporáneos, hoy la recordamos por otra aportación
fundamental en la teoría de números. Durante años estuvo estudiando la forma de
resolver el conocido como último teorema de Fermat. No lo consiguió, pero al
menos cambió el enfoque para tratar de resolver el problema. Hasta entonces las
pruebas se habían hecho caso por caso. Sophie fue la primera en intentar
demostrar el caso general. Una de sus conclusiones todavía se conoce hoy como
el teorema de Sophie Germain.
A pesar de
todos sus logros, la vida de Sophie no fue un camino de rosas. Marcada por su condición
de mujer, sufrió la envidia y el paternalismo de muchos de sus colegas, que no
la aceptaron como una más. Tuvo que trabajar en solitario toda su vida, sin
apenas compartir sus resultados con nadie, salvo unas pocas excepciones. Nunca
se llegó a casar, pero al menos disfrutó toda su vida de su verdadero amor, las
matemáticas. Murió el 27 de junio de 1831, con 55 años, a causa de un cáncer de
pecho.
NOTA: Esta entrada participa en la Edición 5.3 del Carnaval de Matemáticas que organiza Mago Moebius en su blog Juegos topológicos.
La tumba de Sophie Germain en el cementerio de Père-Lachaise (fuente) |
NOTA: Esta entrada participa en la Edición 5.3 del Carnaval de Matemáticas que organiza Mago Moebius en su blog Juegos topológicos.